Sancho y Quijote son sin duda la clave del éxito de este libro, porque son como la vida misma: dos polos opuestos, dos modos distintos de vivir y sentir; pero complementarios y enriquecedores el uno para el otro.
El Quijote es un idealista, soñador empedernido y más tozudo que una mula, por muchos palos que recibe no desiste en seguir con sus ideales caballerescos. La libertad, la justicia y el amor incondicional a Dulcinea lo guían. Sólo la locura justifica su perseverancia.
Sancho es un hombre llano, inocente, práctico y con una pizca de avaricia, tan común entre los mortales. Ansia bienes materiales y este deseo lo empuja al principio a seguir al Quijote. Una ínsula no es cualquier cosa....
Estos personajes opuestos son el alma del libro y reflejo de lo mejor y lo peor del ser humano, sus más altos ideales y sus flaquezas terrenales.
En cualquier caso, merece la pena hacer una aproximación a este clásico, aunque sea con una adaptación como la que estamos leyendo, pues no es baladí que este libro esté traducido a 47 lenguas y cuente con más de sesenta adaptaciones cinematográficas. Muchos aseguran que después de la Biblia es el libro más leído de la historia. Pena que Cervantes, como suele ocurrir, no disfrutara de su éxito el tiempo suficiente y viviera acosado por las deudas y en condiciones de pobreza, pues aunque el libro enseguida gozó del favor del público no le reportó grandes beneficios económicos ni tampoco reconocimiento social. ¡Qué injusta es la vida!
Y es que la vida de Cervantes fue como la de su personaje muy desventurada y estuvo también marcada por una gran pasión: escribir.